Maria Angeles Lonardi – Escritora argentina radicada en Almería
Buenos Aires
Sin pedir permiso te derramas en cualquier tango
y como un murmullo pasajero
me traes recuerdos de adoquines, conventillos,
farolas, cafetines y milongas.
Un esplendor de avenidas te parten y encuadran
en un plano de reminiscencias extrañadas.
En tus esquinas se dan cita el incierto ayer,
el absurdo hoy y el venturoso mañana.
Y como de una montaña cae la noche entre tus calles
entonces, la luz enciende tu vida nocturna.
Brillan tus teatros repletos, tus inmensas galerías,
tus peatonales extensas y la algarabía del barullo
de la calle que no duerme.
El bandoneón no deja de quejarse
y el recuerdo se deshace melancólico,
en raudas lágrimas que corren por mi mejilla…
Y cuando llega la mañana
tu olor, tu perfume bendito
ha venido hasta mi, colgado
del pico de un gorrión
y huele a café con medias lunas
y huele a humedad, a rincón de patio
con jazmines o madreselvas,
a puerta de zaguán, a día gris
de conventillo, pero no importa,
aquí mi sombra se agiganta toda
y se me anuda la garganta
porque cantarte no sé,
…y se me acumula la nostalgia,
por eso te escribo Buenos Aires,
sentadacerca de una plaza,
junto a un ventanal, en este viejo café.
Del libro “Soles de nostalgia”, Editorial Círculo Rojo, marzo 2019.
Un café
Se van solas las horas y el café que pedí,
ya lo abandoné.
Y lo he revuelto tanto…
Oscuro líquido de soledades
que da locas vueltas en esta taza,
como aquellas horas inquisidoras
que me acechan…
Se asemeja un poco a mí,
cuando tonta doy vueltas, hasta marearme.
A veces no sé dónde ir,
si deseo partir o sólo quiero
dejar que me tiente la idea de ser
por momentos cometa,
delirios sin estruendo,
quizás sendero claro sin laderas ambiguas…
donde fluyan sólo vientos sinceros.
Otras veces quiero volar
y mi voraz imaginación,
me vuelve a traicionar, cómplice
de mi destino y mis desvelos.
Se van las horas y las preguntas
temen las respuestas cotidianas
e incompletas que emanan de esta incertidumbre.
Luego, se desvanecen los cristales
y el paisaje se hace uno, muy frío,
y me absorbe sin respeto…
La lluvia humedece mis mejillas
y el silencio se acompasa
con mis mustios latidos.
De pronto, veo en el frugal café,
reflejado el cielo.
Pediré algo de azúcar…
que cambie el sabor a este café tibio,
tan enemigo y tan compañero…
que a pesar de todo,
absorto me escucha
y yo entonces, me quiebro.
Poema seleccionado para la I Antología virtual “Poesía con aroma de café” abril 2108. Publicado por el Congreso Universal de Escritores en Lima Perú.